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¿Qué ha cambiado en el sector de la moda tras la gran crisis de 2009?


El sector está en un momento de gran incertidumbre debido a los profundos cambios que ha experimentado el cliente, muchos provocados por la revolución tecnológica, la presión de las marcas de fast fashion de segmento medio y discount (Zara, H&M, Uniqlo, Top Shop, Primark…), la tremenda competencia en precios y promocional, la reducción de los ciclos de diseño-producción-venta y la ineficiencia del modelo que provoca que casi todas las marcas generen mucho stock sobrante que luego han de vender en canales de eliminación de stock.

De ahí su necesaria transformación y la gran oportunidad que existe para las empresas que sepan adaptarse a una nueva realidad que debe pasar, ineludiblemente, por la evolución de modelos centrados en el producto a modelos centrados en el cliente.

La distribución detallista del sector textil-confección ha sufrido un proceso de profunda transformación, que viene caracterizada por una mayor concentración de la distribución, una utilización mayor de la segmentación-especialización en cuanto a producto ofertado, y una concentración urbana de las grandes enseñas de distribución en las zonas de gran afluencia comercial de visitantes.

A pesar de la fuerte presencia en número de los retialers tradicionales, su peso en el conjunto sectorial disminuye de forma constante debido a pérdida de competitividad del comercio tradicional frente a las cadenas especializadas, que disponen de mayor profesionalización y poder de negociación.

El subsegmento de “textil y moda” con INDITEX a la cabeza se ha desarrollado rápidamente apoyándose en su propuesta de valor única de Calidad, Precio y Moda.

A los desarrollos urbanísticos de los últimos años que han ayudado a generar nuevos núcleos de población y a los que ahora es necesario dar servicio comercial; desarrollando nuevos centros comerciales que empiezan ahora a encontrar su objetivo de venta, se le suma la evolución del comercio electrónico contra el que compiten tanto internamente como externamente. Los retailers se ven obligados a utilizar sus tiendas físicas como el medio para elevar la experiencia de compra de sus clientes y convertirse en la herramienta más recurrida para crear su marca; que a su vez se está convirtiendo en el único valor que les está permitiendo mejorar márgenes operativos puesto que el cliente ya no es el mismo y se relaciona de una forma diferente con las marcas, exigiendo no solo la posibilidad de una conectividad permanente y el acceso por todo tipo de canales (omnicanalidad) sino también un trato personalizado y una experiencia singular.

En este punto, el sector moda de lujo, cuyas motivaciones de compra son más emocionales que racionales, es especialmente sensible.

Las inversiones que deben realizar las cadenas de detallistas para poder acometer aperturas en todos ellos son del entorno entre el 15% y el 30% de la venta anual estimada por cada local; y afectan a las cuentas de resultados del año en el que se efectúa la apertura o renovación del local con fuertes impactos en el flujo de caja por 2 razones principalmente: el pago de la nueva inversión en el caso de aperturas y reformas; y el reconocimiento de la parte no amortizada en el caso de reformas.

Esta necesidad de los detallistas, en un momento en el que no resulta fácil para ellos invertir, pero que también les está provocando un coste de oportunidad no estar presente, en un momento de oportunidades, en las zonas con potencial crecimiento comercial para los próximos años.


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